Lupe (nombre ficticio) me pide que no desvele su nombre ya que apenas tres personas saben de su adicción. Es natural de México, pero actualmente vive en Estados Unidos por motivos laborales. Es la segunda vez que cae en una adicción, pues ya en su país natal desarrolló una adicción a lo que se conoce como piedra o crack, una de las formas de cocaína más adictivas. Estuvo interna en un tratamiento de voluntad, pero no llegó a completar las sesiones que debía seguir haciendo tras el alta porque se marchó a Estados Unidos y no mantuvo contacto con el centro. Tras dos años en la ciudad de Nueva York (EE.UU), volvió a consumir drogas y actualmente padece una adicción a la cocaína.
Lupe tiene 34 años recién cumplidos, nació en México y cuenta que viene de una familia disfuncional ya que, tal como describe, su padre era violento con su madre y estuvo fuera de casa 25 años, motivo por el cual no convivió mucho con él. Se define como una persona inquieta a quien le gusta experimentar y probar cosas nuevas y también como influenciable. Recuerda que su rebeldía empezó a los 17 años porque su hermana tuvo una bebé dos años atrás, cuando ella tenía 15, y toda la atención de la familia iba para la pequeña.
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Por ese motivo, a los 18 años se fue de casa y empezó a conocer lo que ella define como “malas amistades”. Sus vecinos fumaban marihuana y su prima también. Fue esta última quién le ofreció probarla bajo el pretexto “se siente bien”. La primera experiencia con la marihuana recuerda que no le gustó, pero siguió consumiendo hasta que se le volvió “un hábito”. Empezó a consumir otras drogas como la cocaína o la piedra (que es otra forma de consumir cocaína). Esta última se le volvió una adicción y dice de ella “es el demonio para mí”. Su adicción llegó hasta tal punto que tuvo que internarse en una clínica de rehabilitación porque sufrió tentación de robar a su madre para consumir. “Me salvé a mí misma” afirma, ya que se gastaba 300 dólares en un solo día. “Era tan capaz de ir a rentar una habitación de hotel y quedarme ahí todo el tiempo sola consumiendo” afirma.
Lupe confiesa que cuando consume no sale de su habitación, se pone miedosa y paranoica con todo. Una ventana que tiene en su cuarto le provoca inquietud cuando consume cocaína pues piensa que la están espiando. Al hilo de esto recuerda que una vez en México tuvo alucinaciones. Lo que causó esa alucinación fue la ingesta conjunta de vino, marihuana, cocaína y una pastilla que ella llama tacha (MDMA). Esta mezcla le hizo ver un gnomo grande narizudo y con cabello naranja a un lado del río, que la llamaba y la incitaba a ir hacia él. Cuando se lo contó a su amiga que también había consumido, esta le dijo que no fuera, que era malo. Lupe insistía en ir al río porque tenía sed, hasta que vio un hada que según relata ella misma le dijo “ya deja esto, despierta”.