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Entrevista Sergio SegoviaPaula Murillo

Sergio Segovia es padre de un adicto en recuperación. Con catorce años su hijo Leandro empezó a consumir marihuana como la mayoría de los chicos de su edad. Tras detectarle un grave problema en el corazón que le impedía jugar a fútbol de manera profesional la adicción de su hijo se agravó. Actualmente su hijo lleva ya cuatro años libre de sustancias y tratamiento. Gracias a la adicción de su hijo Sergio se dio cuenta de que lo más importante en la vida no era el trabajo, empezó a dedicar más tiempo a su familia y se convirtió en operador terapéutico. En sus ratos libres dedica su tiempo a orientar y ayudar a personas que sufren adicciones, principalmente a través de su grupo de Facebook "Orientación a consumidores de drogas y familiares".

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Leandro lleva ya cuatro años libres de consumo de sustancias y de tratamiento, es adicto en recuperación. Hizo un tratamiento que consistió en una internación de dos años. “Bueno, hoy, gracias a Dios y a su esfuerzo se mantiene bien, tiene una buena vida, una excelente vida”. Sin embargo, Sergio matiza que esto no significa que él está curado, pues el adicto no tiene cura. “Es una enfermedad crónica, pero con los cuidados necesarios está bien”.

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Segovia no es muy bueno con las fechas, pero recuerda que su hijo empezó a consumir marihuana a los trece o catorce años. “Con el tiempo esto fue creciendo, la adicción se fue acentuando más en él”. A los dieciséis años sufrió un revés emocional que le cambió la vida y le agravó la adicción. “Él quería ser jugador de fútbol toda su vida. Jugó a la pelota a partir de los 4 años, y empezó a jugar en clubes bastante importante de acá, de Argentina”. Le iba muy bien en el fútbol hasta que, a los dieciséis años, cuando empieza su preparación para jugar profesionalmente, le detectan un problema en el corazón, hasta le hicieron un estudio que lo hacen a los jugadores de alto rendimiento.

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El joven de dieciséis años estuvo en manos de psicólogos, pero “él lo único que decía era que, si él no podía jugar al fútbol, no le interesaba más vivir”. Eso fue lo que más preocupó a Sergio y su esposa como padres, lo que les llevó a empezar un tratamiento psicológico. Después de unos meses de tratamiento su hijo decidió abandonar el tratamiento. “Nosotros como padres permitimos que lo abandone. Quizás haya sido uno de los tantos errores que cometí

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Sergio y su esposa notaban sus cambios y sus rarezas hasta que un día se atrevieron a preguntar si consumía. Fue entonces cuando el joven confesó su adicción. “Empecé a buscar ayuda porque yo no entendía nada de adicciones. No sabía nada y encontré cerca de mi casa un lugar donde atendían adicciones” relata Sergio Segovia.  El tratamiento que le proporcionaron en este centro era ambulatorio. Charlaba con la psicóloga, con la psiquiatra y volvía a casa. Esto lo hizo durante un año. La psiquiatra lo medicó, pero el joven utilizaba la medicación para drogarse. El medicamento en cuestión era una calmante, una medicación relajante para aliviar la ansiedad que provoca el síndrome de abstinencia.

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Sergio Segovia recuerda que a los dieciocho años su hijo ya era violento. “Intentó levantarme la mano a mí en una vuelta. Yo, por desesperación, no sabía qué hacer. Lo encerré en mi casa. Saltó por un balcón, saltó unos 4 metros, se tiró para abajo, no queriendo matarse, sino queriendo escaparse del barrio para drogarse”. Asegura que en casa tenían problemas por culpa de la adicción de su hijo. “Toda la familia era un desastre. Era todo un problema. Yo ya no trabajaba tranquilo”. En mi cabeza yo estaba ondulado, no sabía qué hacer, estaba desesperado, no sabía dónde buscar ayuda”. Además de esto asegura que sentía vergüenza de tener un hijo adicto y no contaba a sus amigos lo que le estaba ocurriendo. Sergio pensaba constantemente en él, le afectaba en el trabajo, en casa y le quitaba el sueño.

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“El adicto siempre busca discutir”

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Leandro empezó a salir con “una muy buena chica. Hoy en día es la madre de mis dos nietos”. Se fueron a vivir juntos, pero Segovia afirma que “la decisión de vivir juntos no fue porque él la amaba a ella. La decisión de vivir juntos fue porque él de esa manera ya no tenía quien lo controle”. Al cabo del tiempo la pareja de Leandro empieza a decirle a Sergio que no podía vivir más con él, que la situación era insoportable porque el joven estaba todo el día drogándose. Llegó incluso a robarle dinero. Las discusiones eran constantes, y más todavía cuando tocaban el tema de las drogas. Sergio asegura que las discusiones tenían un porqué “el adicto en las discusiones es cuando se siente más cómodo, por eso el adicto siempre busca discutir”.

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El adicto está constantemente nervioso hasta necesita esas sustancias para relajarse. “El cuerpo y la cabeza le empieza a pedir la sustancia. Entonces, hasta que él no lo obtiene, no se puede relajar. Son 10 o 15 minutos de relax cuando consume y después empieza todo otra vez. Es un ciclo que es constante”“En el trabajo se drogaba también, el superior de él en su trabajo también consumía. Entonces el superior lo mandaba a comprar droga” relata Sergio.

Sergio como operador terapéutico y como padre de un adicto en recuperación quiere mandar un mensaje a persona que dice un porro no pasa nada. “Para decir esto tienen que pensar y preguntarle quizás el que está tirado en la calle rogando que no lo vean. Si él quiere vivir así, porque es a donde lleva y por donde lleva la cocaína, a donde lleva el cigarrillo, hasta el porro más pequeño de marihuana. Nadie. Ninguno de nosotros sabemos si vamos a ser adicto a la vida del mundo, si sabemos que la adicción es un sufrimiento enorme. Entonces, si ninguno sabemos que no vamos a ser adicto, ninguno sabemos si no soy adicto ¿vale la pena averiguarlo? ¿Vale la pena el sufrimiento? Segovia asegura que es importantísimo que los colegios empiecen a enseñar educación emocional. “Es básico en el mundo de los chicos. Aprenda a tener educación, aprenda a tener, a controlar las emociones. Es básico. Es algo muy básico en el mundo de los chicos.

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Así mismo el operador terapéutico plantea una reflexión: “¿Vale la pena tapar algo o es mejor solucionar algo cuando hay un problema?” A lo que responde que es más curativo contarlo, decirlo. “Decir las cosas, sacarla, buscar ayuda profesional que tapar no va. No, no sirve. A la persona que ya no puede controlar sus actos lo que quería decirle es que solo no se puede solo. Es imposible que no diga hoy consumo y ya. Mañana es la última droga. Porque sabe que se está mintiendo, sabe que no, que va a consumir. Y mañana también. Solo no se puede. Busque profesionales de gente que le ayude y que se quiera, que se llame, que se sepa. Porque cada persona somos muy importante y que se valore, que se valore porque su vida vale la pena”.

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