CRÓNICA
Eran las 22h de la noche, en Valencia los bares cerraban a la 1h, aún no había toque de queda y la gente disfrutaba los últimos resquicios del tiempo veraniego. La noche iba a ser tranquila, una cerveza y a casa. Entraron un bar del barrio y antes de cruzar la puerta empezaron a reconocer gente. Una de las personas que reconoció él decía que conocía el local mejor que la palma de su mano, parecía ser un habitual del sitio y los acompañó a la barra a pedir algo y explicarles la promoción de la noche.
Cerveza en mano se dirigieron de nuevo con el grupo que él había reconocido, aunque ella no estaba muy convencida les siguió. Empezaron a hablar de su día a día, de su profesión, etc. Pero de pronto la conversación cambia radicalmente cuando recuerdan su última noche de fiesta.
“Me tomé 5 pastillas” o “me hice rayas en todo lo ancho del futbolín” fueron algunas de las frases escuchadas. Él había probado las drogas en alguna ocasión. Ella nunca. Su cara de asombro al escuchar tales frases no tardó en aparecer y es que ella siempre se había alejado de la gente que sabía que podía consumir. Hasta el momento pensaba que las drogas estaban bien ocultas, no entendía cómo la gente podía caer; ella pensaba que había que saber encontrarlas, pero delante suya estaban hablando de pastillas, coca, cristal… No podía ser verdad.
El grupo se empezó a reír de sus caras de asombro y pese a que ella manifestaba claramente sentirse incómoda, la conversación siguió el mismo camino. Empezaron a hablar de un local cercano donde se corrían esas fiestas hasta bien entrada la madrugada -de forma ilegal, por supuesto- y de sus juergas con la droga. En ese momento pasó un coche de la Policía Nacional por delante, ella miró el reloj: las doce y media, aún quedaba algo de tiempo para que cerraran.
Decidieron volver dentro y sentarse en una de las mesas, fue ahí cuando le ofrecieron probar “un poquito”. Ella dijo que no, no quería saber nada de drogas. Pero ellos insistieron, entre risas. Reconocían que alguna vez se habían pasado de consumo y la mandíbula iba sola, pero pese a todo, querían que ella probara. En ese momento ella se sentía completamente fuera de lugar, siguió insistiendo en el no hasta que por fin llegó el momento de irse a casa.