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OPINIÓN

Desde gusanos que se meten por la nariz, comecocos de pastillas, extraños que te daban droga gratis hasta #construye han pasado varias campañas de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, buscando la fórmula perfecta para prevenir la drogadicción en los jóvenes.

Spots televisivos, cuñas publicitarias, carteles en las marquesinas de las paradas de autobús, vallas publicitarias… todo tipo de formatos con tal de llegar a un público vulnerable, los adolescentes que empiezan a probar algunas drogas.

En el año 2012 las comunidades autónomas invirtieron más de las cuatro quintas partes del gasto en tratamiento. El resto del pastel estaba dividido entre la prevención, la investigación y la cooperación institucional. Esto me lleva a plantearme si realmente en España se hace una buena tarea de prevención de drogodependencia. Más allá de unas cuantas campañas publicitarias de la FAD, la adicción a las drogas sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad.

Cuando se trata el tema en televisión suele hacerse desde un oscurantismo que nada favorece a romper ese tabú: una voz distorsionada y un rostro a contraluz para que nadie reconozca a la persona, hacen flaco favor a aquellas personas que sufren el problema. Seguimos poniendo etiquetas como “drogata” o “yonkie” y marginando, mirando por encima del hombro a las personas que sufren la adicción. Las seguimos considerando débiles por haber caído, porque todavía hay quien piensa que la droga se puede controlar.

Las nuevas tecnologías nos han arrasado en todos los sentidos, y también en la prevención, y es que cada vez hay más cosas que prevenir:  ciberbullying, adicción a pantallas, delitos telemáticos… Por todo ello, en la educación, las drogas han pasado a un segundo plano (si es que alguna vez han estado en el primero).

Entre mis recuerdos de instituto no hay una sola charla de drogodependencia, ni si quiera de alcohol, a pesar de que la edad de consumo se inicia entre los 14 y 16 años. Triste es volver a tu instituto y descubrir que nada ha cambiado; los jóvenes siguen igual de desinformados de las consecuencias del consumo de drogas y los docentes y orientadores apenas se preocupan de educarles en este ámbito.

Entre la multitud de carteles que hay pegados por todo el centro ninguno destaca el peligro del consumo de sustancias ni de la adicción. Ni si quiera en la asignatura de valores éticos se trata el tema.

Pero no todo es culpa del centro, pues quienes marcan los planes de educación, desde Consellería, tampoco recogen ninguna acción de prevención de drogodependencia, como si lo hacen con las charlas de salud sexual o seguridad vial, entre otras.

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