Mari Picón de 47 años, natural de Barcelona, estuvo tres meses ingresada en un centro de rehabilitación por su adicción a las drogas. Se considera una persona tímida, y era todavía más tímida en su juventud. Su timidez fue lo que le empujó a iniciarse en el consumo de drogas, pues veía cada fin de semana como sus amigos se divertían mientras consumían y ella se sentía excluida, en un lado, por no consumir. Su consumo empezó siendo puntual, pero poco a poco se iba incrementando a todos los fines de semana y luego a diario. Cuando se quedó embarazada pensó que cambiaría, pero nada más lejos de la realidad. Así empieza su infierno que durará años.
“Cuando empecé, para mi familia esto era un vicio, no una enfermedad, que es lo que realmente es”. Mari Picón relata que la adicción es una enfermedad para toda la vida y que tiene que luchar con ella. Para mantenerse alejada de ella y no volver a caer es importante recordar las herramientas que adquirió en el centro de rehabilitación y tener presentes algunas premisas, como por ejemplo no consumir alcohol. Pero asegura que después de tantos años rehabilitada, la gente se olvida de que tiene que seguir luchando con la enfermedad. “Después de 13 años, ahora estas navidades me ofrecían alcohol para para celebrar la Navidad. O sea que llega un momento en que ellos mismos ya se olvidan. Ya se ha curado. Pues ahora podrá.” Mari explica que no debe consumir alcohol, aunque nada se lo prohíba. “No debo porque sé qué va a ser mi perdición. Porque no va a ser sólo esa vez, van a ser muchas más, claro”.
La barcelonesa asegura que era muy tímida “siempre me veía el patito feo del grupo. Mis amigos tomaban; yo en ese momento no. Pero yo veía que ellos se reían, se divertían y yo estaba muy tímida y muy como en un lado. En una de ellas dije pues venga, a ver qué pasa”. Ese fin de semana lo pasó en grande, asegura, por esto al siguiente fin de semana volvió a consumir, hasta que se volvió un hábito, primero de todos los fines de semana y con el tiempo, de todos los días. “Llegó un momento que ya no podía parar. Es que no podía. Me junté y tuve un hijo”.

“Me fui a casa de mis padres y le dije mira, me han echado porque me pasa esto, porque ya no aguanta más esta situación. Y yo tampoco. Porque es que no puedo. No puedo dejar de consumir, y quiero dejar de consumir”
Foto: Mari Picón
Al estar embarazada Mari pensó que ya no consumiría, que su adicción desaparecería y así fue durante los nueve meses del embarazo, pero asegura que cuando tuvo a su hija su consumo se disparó. Con el tiempo se volvió a quedar embarazada y esta vez no pudo dejar de consumir ni si quiera en el embarazo, aunque si redujo la dosis.
Después dar a luz volvió a su consumo habitual. “Todo bueno era, vamos, exagerado. "Cada noche lloraba delante de la cuna de mi hijo, diciendo que sería la última vez, pero al día siguiente ya no me acordaba. Cuando llegaba por la mañana, mi cabeza ya estaba maquinando a ver cómo podía sacar dinero, porque no tenía, para poder ir a consumir. Y eso día tras día”.
Mari confiesa que robaba las tarjetas a sus padres y el dinero en efectivo que tenía su pareja para poder consumir. Cuando se daban cuenta de ello asegura que le echaban la bronca y tenían fuertes discusiones, pero ella ya había conseguido su objetivo que era consumir. “Ya no podía parar. Es que no podía”.
En una de tantas broncas por su adicción, su pareja la echó de casa ya que la situación era insostenible. Fue en ese momento cuando la barcelonesa se dio cuenta de que ya no podía seguir así y decidió pedir ayuda a sus padres. “Me fui a casa de mis padres y le dije mira, me han echado porque me pasa esto, porque ya no aguanta más esta situación. Y yo tampoco. Porque es que no puedo. No puedo dejar de consumir, y quiero dejar de consumir”. Sus padres respondieron a su petición de ayuda y decidieron buscar un centro que conocían de oídas, pero mientras que les daban día y hora para una visita ella seguía consumiendo.
“Te das cuenta de que estás en un centro, que estás dejando de las drogas y que esto no es nada fácil. Entonces te pones en serio”
La estancia en el centro fue agradable para Mari Picón, que recuerda que hacía cosas que en la vida había hecho. “El simple de hecho de ir a caminar a la montaña para mí ya era muy gratificante porque nunca lo había hecho” Reconoce que después de estar toda la vida drogándose en casa o en una habitación cosas como hacer un puzzle, pintar mandalas o ir al gimnasio, junto con sus terapias, le creaban una rutina que le ayudaba a superar su adicción.
Los primeros días de estar internada, Picón, recibía un medicamento para paliar los efectos del síndrome de abstinencia, pero posteriormente la terapia consistía en expresar los pensamientos y sentimientos que tenía cada uno y entre todos, junto con los terapeutas, apoyarse. Además de las terapias de grupo, donde asegura que eran unas veinte personas, tenían terapias individuales y también de pareja para aquellos que la tuvieran.
Al respecto de su estancia en el centro, Picón asegura que no se le hizo dura. Pasó por unos momentos de disfrutar de la naturaleza para posteriormente centrarse. “Te das cuenta de que estás en un centro, que estás dejando de las drogas y que esto no es nada fácil. Entonces te pones en serio”. Asegura que tuvo momentos de debilidad, pero tenía que luchar consigo misma por ignorar sus pensamientos que la incitaban a consumir y seguir las pautas que le marcaban los profesionales para su terapia.
Al salir del centro, la barcelonesa de 47 años se enfrentó a una nueva realidad. Ella se estaba recuperando, sin embargo, su hermano, que también era adicto, volvió a recaer. “Era la policía en casa, eran llamadas por la noche, era ver a mis padres preocupados porque no sabían dónde estaba. Todo eso a mí me daba mucha ansiedad o muchas ganas de tomar”. Para continuar su terapia y hacer frente a esa ansiedad, Picón, acudía todos los días al centro, sin embargo, los momentos más difíciles se sucedían en fin de semana, que era cuando no acudía al centro. Pese a todo ella tenía muy claro que no quería volver a consumir, “dije yo estoy viendo eso y decía yo eso no lo quiero, y sé que si voy a tomar me puede pasar eso”.
Actualmente Mari Picón lleva 14 años sin consumir y tras años de lucha con su enfermedad hoy por fin se siente feliz. La relación con sus hijos es buena, a pesar de las dificultades. Su hija mayor vive con ella y su hijo pequeño pasa algunas temporadas con ella. Aunque se lo toma todo con mucha filosofía, Picón asegura que sufre secuelas del abuso en el consumo de drogas: “Si me preguntas ¿Qué has comido el lunes? Yo no me acuerdo. Me dicen a lo mejor el martes que viene quedamos para no sé qué y me lo tengo que apuntar porque se me olvida. En la memoria es en lo que más me ha afectado”, sentencia.