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Mateo

Mateo, quien me pide que no releve su identidad por miedo a la repercusión social que pueda tener su entrevista, está a punto de cumplir los 40 años. Desde los 20 años lleva consumiendo alcohol y cocaína y reconoce haber tenido una adicción y muchas recaídas. Conoce de primera mano los efectos de las drogas y está dispuesto a abandonar ese mundo para enfocarse en aquello que más le gusta, la pintura. Nacido en un pequeño pueblo de Castilla y León, Mateo, cuenta que tuvo una infancia feliz en una familia humilde. “Mi padre ha trabajado toda la vida en la construcción y mi madre ha sido ama de casa”, explica. Vivió en su pueblo natal hasta los 4 años y posteriormente, debido al cambio de trabajo de su padre, se trasladó con su familia a una conocida isla española. Allí pasó 4 años hasta que regresó a su pueblo de origen.

Mateo relata que siempre le ha gustado dibujar y pintar, por eso a los 12 años empezó a tomar clases en la escuela de pintura y asegura que con bastante talento. Pero su amor por el arte no fue suficiente para seguir adelante. Con 15 años su faceta rebelde y sus pocas ganas de estudiar le llevaron a abandonar sus estudios: “no me presenté ni a los exámenes, el director corría detrás de mí, pero yo no quería estudiar”, cuenta entre risas. A partir de ese momento su vida cambia por completo: empieza a juntarse con las malas compañías y a beber y a fumar. “Empecé a trabajar en un supermercado, pero una noche de fiesta después de estar bebiendo y fumando cogí la moto y tuve un accidente. Me despidieron al coger la baja”.

Un tiempo después empezó a trabajar en la construcción y lo que era un consumo esporádico se convirtió en una adicción. “Como ganaba dinero me iba de botellón, mis padres me decían que llegara a la 1 de la madrugada a casa y yo llegaba a las 4 o las 5… Así es como empiezo a beber y ya no paro, era todos los fines de semana”, narra Mateo. “Con 18 años me bebía el agua de los floreros, ganaba casi 3000€, le daba una parte a mi padre y el resto todo para fiesta: Alicante, Gandía, Valencia, … íbamos a La Ruta del Bakalao. Yo me iba por las discotecas de La Ruta con cien mil pesetas (aproximadamente 600€) en el bolsillo, y sin miedo. Me bebía todo lo que pillaba” continúa Mateo.

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Parking de la antigua discoteca Puzzle. Foto: Patricia Sáez

Con 18 años, este joven, todavía no había probado las drogas, pero estaban a su pleno alcance y caer en ellas cuando te están rodeando constantemente es muy fácil. Mateo cuenta que durante sus noches de fiesta vio muchas cosas, en la mítica discoteca valenciana Puzzle, sobre todo, “la gente se enrollaba por una raya. En valencia todo el mundo iba a todo trapo".

Entre las anécdotas de fiesta de Mateo, me llama especialmente la atención esta: “Una noche conocí a unas chicas que estaban estudiando la carrera de psicología y me pidieron si les podía conseguir “algo”, yo no tenía mucha idea, pero entonces me fui al baño de la discoteca, les conseguí medio gramo de cocaína y empezaron a meterse. Después nos fuimos a Chocolate, pero en ese tiempo yo solo bebía, me podía beber unas 25 o 30 copas más lo que me bebiera antes en el botellón”. Mateo asegura que con dinero en la cartera y buen aguante del cuerpo podía aguantar todas las fiestas. “Aún me conocen en Gandía en algunos locales, pero ahora si voy ya no bebo. Los de Gandía Shore a mi lado se quedan cortos” ríe Mateo.

“El sueldo me lo fundo entero en fiestas, gane lo que gane, no dejo nada”

Al respecto de su profesión, explica “en aquella época que era albañil ganaba mucho dinero y entonces no te preocupas de nada, te lo puedes permitir. Bebes diariamente, te vas a almorzar, te bebes dos jarras de cerveza de litro, un café y una copa y te vas más a gusto… Luego a las 12h en verano te bebes dos litros y luego a las 17h otros dos litros y por la noche en verano me bebía dos litros. Yo aguantaba mucho y dormía dos o tres horas, y de ahí me iba a trabajar, pero había días que no dormía”. “Cuando no tenía carné de coche me iba con la moto a otros pueblos cercanos y hacia botellones hasta las 4 o 5 de la mañana. Una vez me recogieron directamente del botellón para ir a trabajar”, relata.

Mateo cuenta que probó la primera raya de cocaína a los 18 años “Estábamos de botellón y me invitan. Estaba un poco borracho, me traen un espejo mío y me dicen métete esto ya verás cómo te espabilas. Me gustó el saborcillo amargo que deja”. Ante estas afirmaciones pregunto a Mateo si se está refiriendo a la cocaína y me explica que” la cocaína espabila, está amarga, y cuanta más pureza tiene mejor”- prosigue- “si es pura puede beber, puedes comer, puedes estar con la gente porque si no consumes mucho no se te nota; pero si es mala no puedes hacer nada, ni comer, ni beber… porque además va cortado con pastillas de psiquiátrico”. Preguntado por cómo puede distinguir la pureza afirma que “al final por el sabor y por el olor aprendes a distinguir la pureza”.

Con el paso de los años cuanto más ganaba más gastaba, “el sueldo me lo fundo entero en fiestas, gane lo que gane, no dejo nada” recuerda Mateo.

El ambiente del que se rodeaba favoreció que se juntara con consumidores que le incitaban a consumir más. Así con 21 años Mateo se empieza a juntar con unos amigos que le llevaron a un local donde el consumo de cocaína estaba presente. “Esa noche me prueban. Me dicen que no puedo contar nada de lo que vea. Me prueban y me invitan. Yo ya consumía, pero esa noche me lío, pero bien. Hice amistad con ellos y todos los días al salir de trabajar iba allí, me metía y llegaba a las 3 de la mañana a casa. Estuve 4 o 5 años sin parar.

En los años del boom de la construcción en un pueblo pequeño como el de Mateo eran muchos los que consumían: “Todo el mundo llevaba su Marlboro con su gramito de coca era como consumir cigarros. Las chicas también llevaban lo suyo. Ahora hay menos porque la crisis deja menos para poder comprar”.

Mateo recuerda que eso era todos los fines de semana y en fiestas todavía más, así relata que una nochevieja estuvo toda la tarde en el local consumiendo y por la noche no podía comer ni beber “de lo hinchado que estás no puedes comer”. “Antes de las doce de la noche, en casa, mi amigo me pintó en el servicio un 2003 con coca, había dos o tres gramos. Me zampé el 2003 en tres o cuatro veces y ya iba toda la noche a tope. Así aguantamos todo el día uno de enero de fiesta porque nos íbamos a los afteres y luego estábamos en los coches en el parking reventados, como zombis. Después te pasabas un día entero durmiendo. En una noche me gastaba 200€ o 500€”. Tal era la fiesta que en ocasiones de antemano ya avisaban a sus empresas de que no iban a trabajar.

Entre los recuerdos de las noches de fiesta Mateo relata “A veces nos hemos liado todos los amigos y hemos fallado todos al trabajo sin avisar. Nadie sabía dónde estábamos, las madres nos llamaban preocupadas. Después de la discoteca, en el parking nos ofrecían cerveza, gramos y de todo y así seguíamos la fiesta. Un domingo nos pasamos hasta la 1 de la madrugada del martes de fiesta. Un amigo mío se fundió mil y pico euros en ese fin de semana”. En 2006, tras fallar varios días sin avisar, a Mateo le echaron del trabajo. “Me gasté el sueldo del mes en tres días en la despedida de un amigo”.

Después de quedarse sin trabajo, Mateo se dio cuenta de que tenía que cambiar. Decidió alejarse de sus amistades y de los locales de ocio nocturno para internarse en Proyecto Hombre. Durante su internamiento tenía varios permisos para poder salir, pero siempre con tutores. En los cuatro meses y medio que duró el tratamiento, Mateo cuenta que lo único que le mantenía de no consumir era la Coca-Cola y el tabaco. “Podíamos fumar un paquete al día. Proyecto hombre es muy estricto de trabajar mucho a la persona”.

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Desde 2006 hasta ahora Mateo ha tenido por lo menos 30 o 40 recaídas. Una de ellas en 2008 en unas vacaciones en Gandía: “yo no bebía, pero me invitaron a un chupito supuestamente sin alcohol, se me encendió la sangre, me lie toda la noche de copas y me volví a enganchar”. A partir de ese momento pasó todos los días bebiendo y consumiendo. “Me tiré cuatro o cinco años de fiesta todos los días, con días sin dormir”. Preguntado por su sensación al consumir Mateo afirma “me encendía, me llamaba. Cuando llevaba dos o tres cervezas ya me pedía cocaína. Cuando bebes fumas más y consumes más”.

En 2010 una de sus noches de fiesta Mateo tuvo problemas con la Guardia Civil: “Me quitaron 6 puntos del carnet porque fui a por un amigo que estaba tirado en un bar; di 0.64 mg en la tasa de alcoholemia. Como tenía <<algo guardado>> -refiriéndose a la cocaína - me lo zampé y bajé de 0.64 mg a 0.55 mg. Luego me preguntó el guardia civil si había tomado algo más y le dije que no, aunque llevaba la boca que no podía ni hablar. Agradezco que me pararan porque me podía haber matado en la curva, por lo menos así llegué bien".

Después de eso estuvo cinco años sin consumir, ya no salía. Se centró en trabajar y en la pintura. “Cuando salía me tomaba un café, algunas veces bebía, pero pocas. Empecé a hacer ejercicio, me centré en la pintura, salía a pasear al aire libre y fui dejando las adicciones”.

El año pasado Mateo empezó a trabajar en una empresa en la que afirma que todo el mundo consumía y bebía. “En la cena de empresa me enganché otra vez, llevaba un año y pico sin consumir y sin beber. A partir de ahí estuve varios días consumiendo”. La última vez que consumió fue el 5 de julio. El trabajo le tenía estresado y lo dejó. Actualmente lleva desde el 5 de julio sin consumir nada. “Lo importante es luchar por algo que te apasione, como en mi caso es la pintura. También tengo pensando escribir dos libros. Uno sobre mi última noche de fiesta”. Sobre su última noche de fiesta recuerda “empecé mi cumpleaños a las 17h de la tarde y terminé a las 19h del día siguiente. Todo un día bebiendo y consumiendo sin parar. No podía ni dormir".

"Cuando entras en el mundo de las drogas los amigos que no consumen se van, la gente se aparta", cuenta Mateo. “Cuando estás bien la gente que te aprecia vuelve, pero te quedas muy solo. Te quedas con los cuatro calaveras. Cuando lo dejas te atacan para que sigas en el mismo mundo que antes “has cambiado” “Ya no eres como nosotros”. Ahora vivo la noche y no el día. Esto del confinamiento a las 22h me viene genial para alejarme de la noche”.

“A los jóvenes les daría un consejo que es vivir la vida al máximo, pero de forma sana, no bebas no fumes y no tomes cosas. Dedica tu tiempo a lo que más te guste hacer y rodéate de buenas amistades lejos del mundo de la noche” finaliza Mateo.

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