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REPORTAJE

Las sustancias psicoactivas, también conocidas como drogas, provocan con el consumo reiterado una adicción. Es un proceso que se va gestando silenciosamente a través del consumo reiterado de una o varias sustancias, que comienza de forma experimental y acaba desarrollando tolerancia y dependencia. Liberar heridas y enfrentarnos a nuestros monstruos es parte de la terapia de recuperación.

A menudo, en etapas de personalidad vulnerable como la adolescencia, surge la tentación de probar algunas de las drogas más habituales y descubrir si realmente son tan dañinas como nos han dicho siempre. El consumo suele iniciarse de la mano de alguien conocido, un amigo te invita a la primera para que pruebes… “Ya verás, te va a sentar bien, te va a relajar, esto no es malo…” Frases que sin darte cuenta te envuelven en su mundo.

El entorno desempeña un papel muy importante, pues en el momento de tomar la decisión de si experimentar o no con el consumo, se observa al grupo que está consumiendo y parece divertirse y no tener ninguno de todos los problemas que se enumeran sobre las drogas. Suele ser un factor decisivo para decidirse a probar las sustancias, ya que si ellos están bien es que no son tan peligrosas.

Este tipo de consumo se considera experimental, pues está motivado por la curiosidad. Así lo definen los autores del libro Adicciones en el Adolescente. Se ha utilizado la droga por primera vez por ser una experiencia novedosa. Esta conducta se da generalmente en la adolescencia.

Probablemente, un adolescente en esa situación empezará tomando alcohol para luego pasar a otras drogas como marihuana o cocaína, que son las más frecuentes. Toma esa noche y el resultado no podía ser mejor, sin duda una gran noche. Tanto es así que el siguiente fin de semana decide repetir. Se sientes bien, aliviado, parece que sus problemas se han solucionado, o por lo menos han desaparecido de sus pensamientos durante unas horas.

En este punto el consumo ya se considera social. Según el libro mencionado anteriormente, este tipo de consumo se da cuando las personas utilizan sustancias tóxicas, específicamente en situaciones pasajeras, o solo en situaciones sociales; sin embargo, a partir de estas situaciones pasajeras de consumo puede establecerse una dependencia.

La dependencia a las drogas, según la define la Organización Mundial de la Salud es un estado psíquico y a veces también físico que resulta de la interacción entre un organismo vivo y una sustancia, caracterizada por la modificación de la conducta y otras reacciones, que siempre comprende un impulso que lleva a tomar la sustancia de modo continuo o periódico.

Es decir, la dependencia es un impulso que nos lleva a tomar la sustancia para sentir sus efectos y pasarlo bien.

Consume la sustancia de fiesta en fiesta… una copa, un porro, una raya… así cada fin de semana. Pero llega un momento que necesita de la sustancia para hacer una acción cotidiana. Bajo cualquier pretexto la persona buscará el consumo: una mala noche, un día duro, un problema con difícil solución… cualquier excusa es válida para autoengañarse y pensar que hay un motivo real para consumir, que no es por necesidad.

Es en ese momento cuando se da el salto de un consumo social a un consumo funcional. Como afirman los autores del libro Adicciones en el adolescente este consumo se manifiesta cuando las personas hacen uso de drogas para realizar sus actividades cotidianas, pero que aún siguen funcionando social y productivamente; sin embargo, se ha establecido una dependencia tal que no pueden realizar sus actividades sin dejar de consumir la droga.

Es el primer síntoma de la adicción, pero como el adicto lleva una vida aparentemente normal, es muy probable que pase desapercibido a los ojos de su entorno. Alexis Martínez, quien ha conseguido superar la adicción, afirma que “parece que la familia no lo quiere ver. Cuando uno trabaja, está insertado en la sociedad la familia piensa que está bien".

El adicto todavía no es consciente de su enfermedad, según apunta la neuropsicóloga Diana Fernández, esa persona está en un momento pre contemplativo, nunca va a aceptar que necesita ayuda porque piensa que controla el consumo. “Yo puedo con esto” o “yo controlo” son las frases más repetidas en estas situaciones.

Hasta que el adicto no toma consciencia de su problema, va incrementado la frecuencia del consumo, porque a menudo es una forma de hacer frente a los miedos y a los problemas. Sigue pensando que tiene el control y tiene que ocurrir algo, a menudo una situación traumática, para tomar consciencia y pedir ayuda. En esta fase del consumo la droga se ha apoderado por completo de la persona, que quiere dejar de consumir, pero no puede; la droga se ha adueñado de su mente.

El ejemplo de esta situación es la barcelonesa Mari Picón, quien lloraba cada noche delante de la cuna de su bebé diciendo que sería la última vez que consumía. Sin embargo, cuando amanecía, ya no se acordaba de sus promesas y solo pensaba en conseguir dinero para ir a por una dosis. “Ya no podía parar. Es que no podía” apunta.

No fue hasta que su pareja la echó de casa cuando tomó consciencia y decidió pedir ayuda a sus padres para internarse. Picón vivía una disonancia cognitiva, sus pensamientos estaban en conflicto, y es que como explica Fernández, “la droga te habla, te dice consume otra vez, te voy a hacer pasarlo bien, yo realmente sí te cuido, conmigo no estás sola. Y las drogas son magníficas porque se meten dentro de nosotras entonces da miedo.

En el momento en que la vida de una persona gira en torno a la droga, ha dejado de consumir social y productivamente, y toda su actividad se basa en la obtención y consumo (ya que no pueden prescindir de ella), se considera un consumo disfuncional. Es el último tipo de consumo y a menudo es que el que lleva a una toma de consciencia, a darse cuenta de que realmente sí hay un problema.

Preguntada por la disonancia de Picón, la neuropsicóloga responde que eso tiene mucho que ver con el síndrome de abstinencia. “El síndrome de abstinencia es algo que nadie soporta vivir, pero porque realmente es muy doloroso. Tu cerebro, tu cuerpo se ha acostumbrado a vivir con esa dosis, con ese consumo, con esa materia prima. Entonces estás diciendo a tu cuerpo, cuando estás bien, cuando te permites estar en esos minutos bien, mañana ya no lo hago y te lo crees. Lo hablan en serio, de verdad que no se mienten porque sufren estas personas y lo dicen en serio”.

Pero al día siguiente ya depende solo de la voluntad de la persona, depende de las herramientas que tenga para poder enfrentarse a ello. “Por eso, casi ninguna persona adicta o consumidora puede hacerlo sola. Por eso la primera estrategia de afrontamiento es pide ayuda, pide ayuda porque solo no lo vas a poder conseguir, es casi imposible”.

Para afrontar una adicción, lo primero que se debe saber es que es que la adicción es una enfermedad, y así lo define la Organización Mundial de la Salud (OMS): es una enfermedad física y psicoemocional que crea una dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación. Se caracteriza por un conjunto de signos y síntomas, en los que se involucran factores biológicos, genéticos, psicológicos y sociales.

Es por ello por lo que no hay que sentir vergüenza ni caer en prejuicios que solo hacen que fomentar los estigmas y que dificultan la recuperación. Saber que otras personas han sufrido la misma enfermedad ayuda a afrontar la enfermedad de manera positiva. En España 25.753 personas fueron admitidas a tratamiento por sustancias psicoactivas en el año 2017.

Como apuntaba Fernández, la primera estrategia de afrontamiento es pedir ayuda. Existen multitud de opciones para pedir ayuda, una vez hemos reconocido el problema ante los familiares. La vía más sencilla es la que señala el doctor Gonzalo Haro: “lo mejor que puede hacer es descolgar el teléfono llamar al centro de salud y preguntar por la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) es un área en todas las zonas. Te dan cita y te dan tratamiento porque las adicciones tienen tratamiento y se curan”.

Las Unidades de Conductas Adictivas son la primera vía de acceso dentro del sistema sanitario público para todos los problemas de adicciones. El equipo de la UCA está compuesto por médicos, psicólogos y enfermeros, que guían al paciente durante su tratamiento.

También existen alternativas privadas como clínicas de desintoxicación o consultas de especialistas en adicciones. Como complemento a las terapias, existe un grupo narcóticos anónimos integrado por facilitadores, que son personas que atravesaron la adicción en su momento y organizan reuniones de apoyo para aquellos que quieren dejar de consumir.

Tal como recoge el documento sobre el proceso de asistencia elaborado por los coordinadores de la UCA, este proceso diferencia dos grandes grupos. Existen los procesos destinados a conseguir la abstinencia del paciente y los que plantean objetivos diferentes a la abstinencia, por el tipo de droga consumida y el tiempo de adicción.

Por ese motivo existen dos límites finales del proceso. Para los pacientes que se engloban en el primer grupo, han seguido un tratamiento y han logrado el objetivo planteado, que era la abstinencia. Para los del segundo grupo el éxito se basa en un uso más controlado de la adicción.

En las primeras visitas a la UCA, el equipo de profesionales evaluará la situación de cada paciente e indicará el tratamiento más adecuado según sus circunstancias. En los tratamientos de desintoxicación existen dos modalidades según el grado de dependencia: tratamiento ambulatorio y tratamiento residencial. Los profesionales pueden derivar al paciente a recursos complementarios como Unidades de Desintoxicación Hospitalaria, Comunidades Terapéuticas, Centros de Día, Viviendas de Apoyo al Tratamiento, Viviendas de Apoyo a la Incorporación Sociolaboral, médicos especialistas y Centros de Salud Mentales, para el mejor abordaje de su adicción.

Diana Fernández, neuropsicóloga especializada en consumo de drogas, pide normalizar que el proceso terapéutico no es divertido. “Es liberar heridas, curarlas, enfrentarnos a nuestros monstruos, son muchas cosas...No es un proceso fácil”, afirma, y asegura que intenta normalizar el que una persona tenga tentación de abandonar el tratamiento, puesto que es algo muy habitual. “A veces no vamos a querer trabajar ciertas cosas, pero están ahí”, matiza.

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El pensamiento de abandono explica Fernández, va asociado al miedo, “porque el miedo más grande que tienes es seguir acompañado”, asegura, y relaciona ese miedo con una metáfora sobre las drogas y las relaciones. “La droga es nuestra novia porque no nos abandona, porque siempre está ahí, es mi apoyo cada vez que me siento solo, está ahí disponible para consumirla, me hace sentir bien y le coges de la mano, estas 24 horas con ella. Es potente el romper esa relación, es doloroso, es un duelo, y eso no es agradable” sentencia.

Fernández se muestra positiva, destaca el apoyo y el formar equipo con el paciente para que no abandone el tratamiento. “Ahora somos un equipo. Entonces el equipo va a intentar romper esa relación y que esté lleno y normalizar. Insisto, normalizar todo esto. El boicot, los miedos, el que el que quieras volver con tu ex que es esta droga. Todo tiene mucho que ver y que sean conscientes de ello, que sean capaces de ver que es normal, que el miedo puede pasar y que no están solos”.

Es importante destacar que, aunque la enfermedad tiene cura, es crónica, por ello nunca se recibe el alta del todo. Se puede llegar a recibir el alta terapéutica, pero no una alta médica definitiva. En muchas ocasiones se realiza un seguimiento, que, en el caso de la UCA, consiste en llamadas telefónicas o citas presenciales de corta duración, con baja frecuencia y una periodicidad determinada.

Tras finalizar el tratamiento, la persona debe seguir unas pautas para no tener una recaída. Entre ellas, no beber alcohol, no frecuentar los lugares que puedan ser tentación de consumo de alcohol y otras drogas, alejarse del grupo de consumo y fomentar un entorno sano.

Por lo general, apoyarse en la familia, encontrar un trabajo, retomar unos estudios pendientes y construir un futuro, suelen ser herramientas muy fuertes para seguir sin consumir.  Sergio Segovia, padre de un adicto en recuperación y operador terapéutico, asegura que es importantísimo que los colegios empiecen a enseñar educación emocional. “Es básico en el mundo de los chicos. Aprenda a tener educación, aprenda a tener, a controlar las emociones”. Y es que saber controlar las emociones, saber identificar de dónde provienen los sentimientos, es fundamental para solucionar un problema de forma natural sin recurrir a la droga.

Así mismo, Segovia, plantea una reflexión: “¿Vale la pena tapar algo o es mejor solucionar algo cuando hay un problema?” A lo que responde que es más curativo contarlo, decirlo. “Decir las cosas, sacarla, buscar ayuda profesional que tapar no va. No, no sirve”.

Pese a todas las herramientas y el seguimiento posterior a la terapia, hay quienes en algún momento de su vida sufren una recaída. Es un hecho normal teniendo en cuenta que estamos ante una enfermad crónica, por tanto, debe afrontarse como un pequeño obstáculo en el camino, pero no como un fracaso. Muchas personas con recaídas piensan que han fracasado, pero después de todo el proceso de desintoxicación, ya han formado equipo con el terapeuta, quién les ayudará a superar esa recaída y no dejarse vencer.

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